miércoles, 23 de enero de 2013

LA FIEBRE Q UNA ZOONOSIS DE ACTUALIDAD

La fiebre Q es una zoonosis de distribución mundial causada por la bacteria Coxiella burnetii. Existe un interés en la epidemiología y control de la enfermedad, especialmente en el campo veterinario, debido al importante brote que sufrió la población holandesa.
Ana L. García-Pérez y Ianire Astobiza
NEIKER-Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario
Imágenes cedidas por las autoras

En la actualidad la fiebre Q está incluida dentro del grupo de enfermedades emergentes, pero en realidad se conoce desde 1935, cuando tuvo lugar una fiebre de origen desconocido en un colectivo de trabajadores de un matadero de Australia, y desde entonces hasta hoy se ha ido identificando su presencia en todo el mundo, con brotes epidémicos de mayor o menor intensidad. No obstante, al no ser una enfermedad de declaración obligatoria en muchos países, no existen datos fiables sobre la prevalencia de la infección en los animales y los datos relativos a casos humanos varían mucho según la región o país y la ocupación de las personas. Este último aspecto es muy relevante desde el punto de vista laboral, puesto que puede determinar que se considere una enfermedad profesional y un riesgo laboral, ya que son los veterinarios, ganaderos, personal de laboratorios, personal de mataderos, etc. los grupos que presentan mayor riesgo de entrar en contacto con la infección, hecho que se ha constatado en numerosos estudios de seroprevalencia realizados en estos colectivos. Además, la capacidad de resistencia de Coxiella le permite desplazarse con el viento, por lo que se pueden dar brotes en lugares alejados de zonas ganaderas y en poblaciones que nunca han estado en contacto con animales. En las personas la fiebre Q puede ocasionar un cuadro gripal leve, que en la mayoría de los casos no tiene mayores consecuencias para la salud. Sin embargo, las formas agudas se caracterizan por un cuadro febril de duración intermedia con neumonía o hepatitis. También existe la forma crónica, que principalmente cursa con endocarditis y que suele desembocar en algunos casos en el fallecimiento de pacientes, especialmente aquellos con valvulopatías previas o inmunodepresión. En España la fiebre Q es endémica en varias comunidades autónomas, predominando, en general, los cuadros neumónicos en la zona norte y la hepatitis en la zona sur.
La fiebre Q en animales
C. burnetii es una bacteria muy resistente en el medio ambiente, que se mantiene en la naturaleza a través de dos ciclos, un ciclo doméstico del que forman parte los rumiantes y los animales de compañía, y un ciclo silvestre en el que están implicados los animales silvestres y las garrapatas. En los rumiantes la fiebre Q puede causar abortos, especialmente en el ganado caprino y ovino, e infertilidad, metritis y mastitis en el ganado vacuno. El porcentaje de abortos es mucho más elevado en el ganado caprino, ya que pueden alcanzar tasas en torno al 50%. Además, en esta especie los animales que abortan pueden volver a sufrir abortos en la siguiente gestación, mientras que en el ganado ovino esto no sucede. Los abortos son siempre a término, los fetos cuando son expulsados tienen un aspecto fresco, mientras que la placenta está muy alterada con exudado amarillento-marrón. En ganado vacuno los abortos son raros.
Si no están gestantes, las hembras de rumiantes domésticos raramente muestran síntomas tras la primera infección, y la bacteria se acantona en el aparato reproductivo, incluida la glándula mamaria, desde donde la infección se eliminará al medio ambiente una vez que los animales estén gestantes. Así, la gestación parece ser un momento crítico para la reactivación de la infección con eliminación de numerosas bacterias con el feto, la placenta, fluidos amnióticos, tanto en el caso de que se produzca el aborto, como durante el parto normal. En el caso del ganado ovino, una vez que los animales abortan o cuando paren normalmente pero están infectados, liberan bacterias durante al menos cinco meses en heces, cuatro en leche y varias semanas a través de los fluidos vaginales. El porcentaje de animales eliminadores es muy elevado por lo que la época de partos puede resultar altamente contagiosa para los animales que no han tenido contacto previo con la infección. Los periodos de persistencia y eliminación de la bacteria son más prolongados en el ganado vacuno que en el ovino y caprino, sobre todo a través de la leche (tabla 1). Esta información es importante a la hora de establecer estrategias de control para limitar los riesgos de transmisión de animales a personas. Así, la utilización de estiércol ovino o caprino contaminado supone un material de riesgo, por lo que su manejo es clave para evitar la propagación de la bacteria en el medio ambiente. Sin embargo, el consumo de leche o derivados lácteos que han sido pasteurizados no supone ningún riesgo para las personas, puesto que las temperaturas de pasteurización destruyen la bacteria, y, además, la vía digestiva no parece ser una vía de contagio eficiente.
En algunos países se considera que el ganado ovino y caprino son la principal fuente de contagio para las personas, mientras que un escaso número de brotes se ha asociado al ganado vacuno. En la tabla 2 aparecen reflejados los resultados de algunos estudios de seroprevalencia publicados en España, donde se observan altas tasas de seroprevalencia en cualquiera de estas tres especies, lo que sugiere que cualquiera de ellas puede estar implicada en el ciclo doméstico de la fiebre Q.
Igualmente se ha demostrado que la infección está presente en otros animales domésticos tales como perros y gatos, los cuales también pueden transmitir la infección al hombre, si bien su importancia parece ser mucho menor. Así mismo, la infección se ha detectado en numerosos animales silvestres cuya importancia parece radicar en su papel como reservorio, manteniendo y difundiendo la infección a través de las garrapatas. Se han involucrado diferentes especies debido a evidencias serológicas y moleculares. Por ejemplo, en la CAPV se ha detectado ADN de C. burnetii en poblaciones de corzos, jabalíes, liebres y aves. Por otra parte, la fiebre Q está incluida en el grupo de enfermedades transmitidas por garrapatas, pero el papel de las garrapatas en la epidemiología de la fiebre Q es complejo y aparentemente su importancia es mayor como reservorio de la infección.
Diagnóstico y control
Los métodos de diagnóstico directo de C. burnetii se basan en la detección del agente en muestras de placentas procedentes de brotes de abortos. Debido a que el cultivo es laborioso y requiere tener un laboratorio con nivel de seguridad biológica 3, actualmente la técnica más usada es la PCR, que se basa en la amplificación del ADN específico de C. burnetii, y que se aplica tanto en muestras de placenta como en muestras de fluidos vaginales. Un resultado positivo en ausencia de otros agentes abortivos confirmará el diagnóstico de aborto por fiebre Q. Las pruebas indirectas de detección de anticuerpos en sangre son las más ampliamente usadas para detectar a los animales que están o han estado infectados. En la actualidad se utilizan métodos ELISA comerciales que tienen una sensibilidad mayor que la fijación de complemento. Así, seroprevalencias en torno al 50% sugieren la existencia de fiebre Q en la explotación. A nivel de explotación, el análisis de la leche de tanque mediante ELISA indica la existencia de anticuerpos frente a C. burnetii, y en el caso de obtener un resultado positivo, es necesario realizar análisis complementarios para confirmar que los problemas reproductivos son debidos a la fiebre Q.
En el momento del aborto o en el parto los animales infectados expulsan millones de bacterias con la placenta y otros fluidos.
Las alternativas clásicas de control incluyen el tratamiento con antibióticos y la vacunación. Puesto que en los pequeños rumiantes esta infección puede cursar con un brote explosivo de abortos, la aplicación generalizada de tetraciclinas en un doble tratamiento al final de la gestación puede estar indicada para intentar paliar las posibles pérdidas económicas. Sin embargo, el tratamiento no suprime ni reduce la infección. Por lo tanto, en rumiantes, la única manera eficaz de prevenir la enfermedad es la vacunación. Entre sus efectos beneficiosos se citan la disminución drástica de la tasa de animales excretores, una reducción significativa de la excreción de bacterias en la leche, en el moco vaginal y en las heces, así como una mayor protección frente al aborto. En ganado vacuno existe un ensayo de vacunación realizado en explotaciones comerciales. El resultado más relevante es el efecto positivo de la vacunación en la recría, es decir, en el grupo de animales más jóvenes, no gestantes y en el que la infección todavía no se ha extendido suficientemente. Los autores recomiendan vacunar en explotaciones no infectadas y en la reposición de aquellas que sí lo están. Nuestro grupo ha evaluado las ventajas de la vacunación en rebaños ovinos altamente infectados y ha concluido que hay que vacunar durante al menos cinco años, ya que a pesar de que el porcentaje de animales eliminadores se reduce significativamente al segundo año posvacunación, la bacteria sigue persistiendo en el entorno de la explotación durante meses.
En la figura a continuación aparece un ejemplo del resultado obtenido en el plan de control de la fiebre Q en un rebaño ovino infectado, basado en el tratamiento antibiótico en el momento de los abortos y posterior vacunación antes del periodo de cubriciones.
Prevención
Como medidas preventivas se incluyen el mantenimiento de unas condiciones higiénicas adecuadas en las explotaciones y comprobar la negatividad a C. burnetii (mediante ELISA y PCR) en animales de nueva compra. Ante un brote de abortos se recomienda la eliminación rápida de los fetos y las placentas, el aislamiento de los animales afectados, la aplicación de tratamiento antibiótico y evitar que se produzcan partos en el exterior de la explotación. Además, el uso de guantes y ropa desechable por parte del personal de la explotación es imprescindible para reducir las posibilidades de contagio, también hay que evitar el acceso a la explotación de personas ajenas a la misma, así como realizar desinfecciones de las instalaciones con los productos adecuados y no aplicar el estiércol contaminado como abono sin un tratamiento previo.
Se transmite principalmente por vía aerógena
En lo que respecta a los riesgos para la salud humana, la principal vía de contagio es la vía aerógena y la mayor casuística viene siempre asociada a las épocas de partos. Por ejemplo, en la comunidad autónoma vasca (CAPV) la paridera ovina tiene lugar en los meses de invierno y comienzos de primavera, de forma que la máxima incidencia anual de fiebre Q en personas se da al final de la primavera. Ello es debido a la alta contaminación ambiental, y a la generación de aerosoles contaminados en torno al periodo de abortos, y en la paridera, debido a la expulsión al medio exterior de placentas y fluidos fetales con una alta carga bacteriana. Por lo tanto, dependiendo de la localización de la explotación, su proximidad a núcleos urbanos o de los vientos predominantes, la infección puede trasladarse hacia zonas urbanas y ocasionar un brote.
Bibliografía
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jueves, 3 de enero de 2013

RINONEUMONITIS EQUINA

Equine herpesvirus type 1 (EHV-1) and equine herpesvirus type 4 (EHV-4) can each infect the respiratory tract, causing disease that varies in severity from sub-clinical to severe and is characterized by fever, lethargy, anorexia, nasal discharge, and cough.
 Infection of the respiratory tract with EHV-1 and EHV-4 typically first occurs in foals in the first weeks or months of life, but recurrent or recrudescent clinically apparent infections are seen in weanlings, yearlings, and young horses entering training, especially when horses from different sources are commingled. Equine herpesvirus type 1 causes epidemic abortion in mares, the birth of weak nonviable foals, or a sporadic paralytic neurologic disease (equine herpesvirus myeloencephalopathy-EHM) secondary to vasculitis of the spinal cord and brain.
Both EHV-1 and EHV-4 spread via aerosolized secretions from infected coughing horses, by direct and indirect (fomite) contact with nasal secretions, and, in the case of EHV-1, contact with aborted fetuses, fetal fluids, and placentae associated with abortions. Like herpesviruses in other species, these viruses establish latent infection in the majority of horses, which do not show clinical signs but may experience reactivation of infection and shedding of the virus when stressed. Those epidemiologic factors seriously compromise efforts to control these diseases and explain why outbreaks of EHV-1 or EHV-4 can occur in closed populations of horses.


Primary indications for use of equine herpesvirus vaccines include prevention of EHV-1-induced abortion in pregnant mares, and reduction of signs and spread of respiratory tract disease (rhinopneumonitis) in foals, weanlings, yearlings, young performance and show horses that are at high risk for exposure. Many horses do produce post-vaccinal antibodies against EHV, but the presence of those antibodies does not ensure complete protection. Consistent vaccination appears to reduce the frequency and severity of disease and limit the occurrence of abortion storms but unambiguously compelling evidence is lacking. Management of pregnant mares is of primary importance for control of abortion caused by EHV-1.

Inactivated vaccines
A variety of inactivated vaccines are available, including those licensed only for protection against respiratory disease, which currently all contain a low antigen load, and two that are licensed for protection against b
oth respiratory disease and abortion which contain a high antigen load. Performance of the inactivated low antigen load respiratory vaccines is variable, with some vaccines outperforming others. Performance of the inactivated high antigen load respiratory/abortion vaccines is superior, resulting in higher antibody responses and some evidence of cellular responses to vaccination. This factor may provide good reason to choose the high antigen load respiratory/abortion vaccines when the slightly higher cost is not a decision factor.
Modified live vaccine
A single manufacturer provides a licensed modified live EHV-1 vaccine. It is indicated for the vaccination of healthy horses 3 months of age or older as an aid in preventing respiratory disease caused by equine herpesvirus type 1 (EHV-1).
EHM
All available vaccines make no label claim to prevent the myeloencephalitic form of EHV-1 (EHM) infection. Vaccines may assist in limiting the spread of outbreaks of EHM by limiting nasal shedding EHV-1 and dissemination of infection. For this reason some experts hold the opinion that there may be an advantage to vaccinating in the face of an outbreak, but in advance of EHV-1 infection occurring in the group of horses to be vaccinated. The vaccines with the greatest ability to limit nasal shedding include the 2 high-antigen load, inactivated vaccines licensed for control of abortion (Pneumabort-K®: Pfizer; & Prodigy® Merck), a MLV vaccine (Rhinomune®, Boehringer Ingelheim Vetmedica) and an inactivated vaccine, (Calvenza®, Boehringer Ingelheim Vetmedica).
Vaccination against either EHV-1 or EHV-4 can provide partial protection against the heterologous strain; vaccines containing EHV-1 may be superior in this regard.
 Vaccination schedules:
Adult, non-breeding, horses previously vaccinated against EHV : Frequent vaccination of non-pregnant mature horses with EHV vaccines is generally not indicated as clinical respiratory disease is infrequent in horses over 4 years
of age. In younger/juvenile horses, immunity following vaccination appears to be short-lived. It is recommended that the following horses be revaccinated at 6-month intervals:
• Horses less than 5 years of age.
• Horses on breeding farms or in contact with pregnant mares.
• Horses housed at facilities with frequent equine movement on and off the premises, thus resulting in an increased risk of exposure.
• Performance or show horses in high-risk areas, such as racetracks. More frequent vaccination may be required as a criterion for entry to the facility.
Adult, non-breeding horses unvaccinated or having unknown vaccinal history: Administer a primary series of 3 doses of inactivated EHV-1/EHV-4 vaccine or modified-live EHV-1 vaccine. A 4 to 6 week interval between doses is recommended.
Pregnant mares: Vaccinate during the fifth, seventh, and ninth months of gestation using an inactivated EHV-1 vaccine licensed for prevention of abortion. Many veterinarians also recommend a dose during the third month of gestation and some recommend a dose at the time of breeding.
Vaccination of mares with an inactivated EHV-1/EHV-4 vaccine 4 to 6 weeks before foaling is commonly practiced to enhance concentrations of colostral immunoglobulins for transfer to the foal. Maternal antibody passively transferred to foals from vaccinated mares may decrease the incidence of respiratory disease in foals, but disease can still occur in those foals and infection is common.
Barren mares at breeding facilities: Vaccinate before the start of the breeding season and thereafter based on risk of exposure.
Stallions and teasers: Vaccinate before the start of the breeding season and thereafter based on risk of exposure.
Foals: Administer a primary series of 3 doses of inactivated EHV-1/EHV-4 vaccine or modified-live EHV-1 vaccine, beginning at 4 to 6 months of age and with a 4 to 6 week interval between the first and second doses. Administer the third dose at 10 to 12 months of age.
Immunity following vaccination appears to be short-lived and it is recommended that foals and young horses be revaccinated at 6-month intervals.
 
The benefit of intensive vaccination programs directed against EHV-1 and EHV-4 in foals and young horses is not clearly defined because, despite frequent vaccination, infection and clinical disease continue to occur.
Outbreak mitigation: In the face of an outbreak, horses at high risk of exposure, and consequent transmission of infection, may be revaccinated. Administration of a booster vaccination is likely to be of some value if there is a history of vaccination. The simplest approach is to vaccinate all horses in the exposure area—independent of their vaccination history. If horses are known to be unvaccinated, the single dose may still produce some protection.
 
There remain concerns that heavily vaccinated horses may be more susceptible to developing neurological disease caused by EHV-1. This possibility is unsubstantiated and a subject of active investigation. To date, the use of a single vaccine immediately before exposure has not shown any association with an increased incidence of neurological disease.
 
Horses having been naturally infected and recovered: Horses with a history of EHV infection and disease, including neurological disease, are likely to have immunity consequent to the infection that can be expected to last for 3 to 6 months (longer in older horses). Booster vaccination can be resumed 6 months after the disease occurrence.