Esta reseña sobre el decubrimiento de América, 500 años atrás, la escribí especialmente para entregar algunos conocimientos que ayudaran a comprender tan tamaña epopeya, que nos ha marcado indeleblemente, para bien o para mal.
Mil cuatrocientos noventa y dos fue para España el año del milagro (Annus mirabilis). En aquel año acaecieron hechos singulares: Cristóbal Colón llegó a tierras desconocidas; se rindió Granada, el último reino moro; se consolidó la unidad política y social de la Península ibérica, y se decretó la expulsión de los judíos.
Antes de tocar el tema del descubrimiento y conquista de América me referiré a un hecho que generalmente pasa inadvertido, este es el otro quinto centenario que corresponde a la publicación por Elio Antonio de Nebrija de la primera Gramática castellana, dos meses antes que Colón descubriera América, pasando el castellano a ser la primera lengua romance con normas propias escritas. Nebrija (1444-1522), quien en realidad se llamaba Antonio Martínez de Cala e Hinojosa, era el prototipo del renacentista español, se admiraba de que sus profesores supieran tanto y se expresaran tan mal, obviamente sus relaciones públicas no eran buenas en la Universidad al criticar a sus colegas profesores por encontrarlos retrógrados y poco científicos, por lo que debió abandonar la Universidad de Salamanca, trasladándose a Alcalá de Henares donde enseñó hasta su muerte. Nebrija, al publicar en Salamanca en agosto de 1492, "El Arte de la Lengua Castellana," de hecho se adelantó a las Academias de la Lengua, proponiendo que existiera una relación oficial del idioma. Esta primera gramática de la lengua castellana precedió en varias décadas a las primeras gramáticas italiana, francesa y portuguesa. Entre los aportes hay que destacar, entre otros: la distinción entre verbos transitivos y absolutos, elaboración del paradigma de los tiempos verbales, concepción del artículo, formación del plural en español, negación de la existencia de declinación en el castellano, y formación del futuro y del condicional. Nebrija tenía un gran apego al latín, siendo criticado por ello, reprochándosele además que no alcanzó a percibir con claridad la gran diferencia que existe entre una lengua muerta y una lengua viva. Cabe resaltar que Nebrija en sus últimos años en Alcalá de Henares gozó de paz académica. El cardenal Cisneros le dio la cátedra de Retórica "para que leyese lo que él quisiere, y si no quisiere leer, que no leyese, que esto no lo mandaba dar porque trabajase, sino por pagarle lo que le debía España"...
Actualmente el idioma castellano está en plena expansión: es la lengua oficial de 21 países y la más extendida de las lenguas romances; lo hablan más de 320 millones de personas; es la segunda lengua más hablada en Estados Unidos de Norteamérica; cada vez se estudia más castellano en Europa, Japón, Brasil y parte de África; existen núcleos hispanoparlantes en Filipinas, Israel, Rumania, Turquía, Argelia, Marruecos y Guinea Ecuatorial.
En cuanto a CRISTÓBAL COLÓN o Cristoforo Colombo, probablemente genovés, de origen judeo-catalán, es decir, hispano-judío, nació entre los años 1136 y 1440. Este es otro de los misterios de su vida; algunos estudiosos indican variadas fechas, hasta 1455, aceptándose 1451 como el año de su nacimiento. Su padre era tejedor de lanas, él también aprendió este modesto oficio. Muy joven se lanzó al mar, adquiriendo la destreza de un marinero en el duro yunque de las naos, convirtiéndose además en cartógrafo, matemático y navegante. Allí aprendió a mandar y conoció de las estrategias de la guerra, así como el conocimiento para hacer negocios y comerciar. El futuro gran Almirante no soñaba solamente con obtener riquezas, pensaba también en extender la cristiandad. Era soberbio y tenaz, no aceptaba el desaliento; poseía un profundo sentimiento religioso y algo de una superstición grandiosa, como si él fuese un instrumento del cielo para cumplir sus altos designios. Como es de esperar, Colón tenía concepciones erróneas del universo ya que él estimaba que el globo terráqueo era de dimensiones mucho menores que las que tiene en realidad, lo que significaba que calculaba más corto el viaje desde la Península ibérica hasta las Indias o China. El otro equívoco fue sobre la extensión imaginaria del Asia hacia el oriente, es así que cuando en el año 1483 presentó su plan al rey portugués Juan II, se dudó de la distancia calculada por Colón porque ya existían mapas del universo que representaban al Atlántico mucho más grande. Donde el navegante, pensaba que estaban Catay y Cipango, se hallaba un continente desconocido, visitado ya por los vikingos.
En aquellos años la redondez de la Tierra era ya conocida. Recordemos que 1850 años antes, el filósofo Aristóteles decía: "Es obvio la forma redonda de la Tierra, de una esfera no demasiado grande, según aquellos que dicen que las columnas de Hércules -estrecho de Gibraltar- están unidas con la India, separadas sólo por un mar". Tradicionalmente se ha admitido que la isla bahamense de Watling, en el Archipiélago de las Lucayas, fue la isla San Salvador avistada por Rodrigo de Triana el 12 de octubre de 1492; sin embargo, un estudio reciente concluye que los españoles tocaron tierra en la isla de Samana Cay a unos cien kilómetros al sur este de Watling. Un grupo de canónigos de la iglesia de Saint Dié, en Lorena, dio origen al nombre de América, aceptando lo que Américo Vespucio pensaba, ello es que las tierras que se iban descubriendo integraban un nuevo continente, y no el de Asia. Vespucio propuso en consecuencia llamar Nuevo Mundo al continente recién descubierto. Cabe señalar que Colón creyó que había llegado a la costa occidental de las Indias, en Asia; de allí que el gobierno de Castilla llamó Indias Occidentales a las tierras descubiertas.
Es lícito aceptar que el propósito real del viaje de Colón no se cumplió, ya que su idea era establecer una nueva ruta para el comercio con Asia de las especias y condimentos; sin pimienta, mostaza, paprica, canela o clavo de olor no había cómo mejorar la insípida comida europea de la época. No obstante ello, si bien Colón no llegó a Cipango ni encontró las especias asiáticas, en cambio fueron nuestros aborígenes quienes aportaron abundante y nuevas variedades de alimentos y especias, condimentos propios, como el ají que actualmente se consume en todo el mundo, y el cariuchu o ají para machos según la lengua quechua que llama uchu al ají. Derecho los alimentos autóctonos de América revolucionaron la alimentación europea y mundial haciendo más variedad y apetitosa la comida. Entre estos aportes los más importantes fueron la papa, el cacao y el tomate. La lista completa de alimentos de origen americano va más allá de 200, incluye raíces comestibles como la yuca o manihot, tubérculos, hortalizas y granos, numerosas frutas tropicales como la papaya o fruta bomba, la piña o ananás, la chirimoya, el maracuyá y el aguacate o palta. Paradojalmente hoy, en un mundo donde aún prevalece la injusticia social, en el que millones de niños mueren de hambre, la América andina tiene algunas maravillas alimentarías que ofrecer, entre ellas la quinua o lágrima del sol (del dios Sol), el seudo cereal más nutritivo del mundo, y los amarantos. De estos aportes el maíz como alimento humano y para animales domésticos se cultiva en todo el orbe. Sin el maíz y otros alimentos americanos la misma conquista española hubiera sido casi imposible. La papa, mal llamada patata, "potato" en inglés, conquistó el mundo salvando incluso a ciertos pueblos europeos de la hambruna; se puede sostener que ningún tubérculo se consume tanto en todo el planeta como la papa. El tomate o pomidoro, tomatl de los nahuas, es el jitomate de los actuales mexicanos. El cacao fue considerado por Carlos Linneo como el manjar de los dioses. En cuanto al tabaco, en los países del sol, era considerado como una planta sagrada a la cual se atribuían virtudes mágicas, razón por la cual los misioneros españoles se ensañaron en su lucha contra las divinidades paganas con las que se le asociaba, considerando a esta hierba divina como una creación diabólica.
En América y para tiempos de asentamiento no parecían tener gran valor económico los animales indianos; no hay bestias de carga como los caballos. Los animales americanos llevados a la Corte son para diversión y asombro. Los bovinos europeos, caballos y perros traídos por los españoles, escapan y se hacen cimarrones; los puercos, en silvestre proliferación, vuelven al tipo primitivo, cercano al jabalí. Para Joseph de Acosta la zoología de las Indias es fantástica, habían leones rasos, sin melena, tigres como leopardos; el león es el puma y el tigre es el jaguar. La desaparición de los grandes rebaños de llamas, entre otras causas por la imposición de la propiedad privada, la introducción en América de invalorables animales domésticos poco le significaron al indio por aquello de "Las penas son de nosotros, las vaquitas del patrón".
El conquistador hispano trajo al Nuevo Mundo la influenza, viruela, sarampión, escarlatina y peste bubónica; se llevaron de vuelta, la sífilis y el vicio de fumar.
Entre las cosas que viajaron de España a América están el cristianismo y el caballo. El caballo significaba entonces una forma de vida superior, hecha de exigencias y deberes, identificada con el sentimiento de la caballería, con la nobleza de la conducta, la hombría de bien y el respeto a la palabra dada, es decir, la caballerosidad; está aún presente en el alma de todos, el Quijote americano que se llama Martín Fierro, en los charros de México, gauchos en la Pampa o huasos en Chile. El cristianismo es el reconocimiento para el hombre de esa condición prodigiosa y única de llegar a ser hijo de Dios, lo que le libera de las ataduras de la carne y lo eleva a la vida del espíritu.
La leyenda negra antiespañola alimentada por prejuicios que hoy día no pueden prevalecer, surge en las naciones europeas con las cuales estaba enfrentado el poderoso Imperio de Carlos V y de Felipe II, por razones políticas, económicas y religiosas. En Francia, Inglaterra, Alemania y Holanda se propaló con rapidez la fama de crueldad, fanatismo, atraso, pereza y perfidia de los españoles. En esos años Erasmo sentenció: "Non placet Hispania" ("No me gusta España"). La leyenda negra se basó en tres situaciones: el Tribunal de la Santa Inquisición, el Rey Felipe II y la colonización de España en América. En 1552 fray Bartolomé de las Casas, publica en Sevilla un libro titulado "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias", en el cual el tenaz y vehemente defensor de los aborígenes hace impactantes acusaciones. Cabe señalar que los excesos cometidos están enmarcados en los usos y costumbres propias de aquellos tiempos en que era admitida la esclavitud, el tormento y la hoguera como suplicio.
Al comparar los procedimientos empleados por otras naciones europeas en sus conquistas en América, Africa y Asia, y observar ciertas analogías en el comportamiento, no podemos, por cierto, justificar los excesos sólo por el hecho de haber sido practicados por todos los pueblos del Viejo Mundo. Lo singular es que los problemas de la colonización hispana produjeron un examen colectivo en la metrópoli donde se cuestionaron las condiciones y práctica de la guerra, la condición humana de los aborígenes, las normas que debían regir en relación con los nativos y los derechos de éstos a la libertad y las normas para la evangelización. Todas estas inquietudes generaron leyes, que buscaban corregir errores y excesos. Cabe señalar que otras potencias que tuvieron colonias en el Nuevo Mundo no se preocuparon mayormente al respecto, de allí que en las colonias inglesas o francesas de América no surgió ningún protector de los indios. Por otra parte es destacable la producción de un mestizaje con aporte europeo, indígena y africano que no tiene parangón en la colonización de otros continentes.
Esta América hispánica ha hecho grandes aportes a la cultura mundial. Mencionemos algunos nombres entre muchísimos: el Inca Garcilaso de la Vega, Juana Inés de la Cruz, Andrés Bello, Domingo F. Sarmiento, Rubén Darío, Amado Nervo, Rómulo Gallegos, Horacio Quiroga, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, César Vallejos, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz.
Es impactante percibir que en el grado de sometimiento al que llegaron los pueblos americanos también intervino la escritura, como elemento de supremacía cultural. Que los españoles supieran leer y escribir fue un hecho portentoso, de carácter sobrenatural, para quienes apenas contaban con los quipus incas o los jeroglifos mayas. El que los españoles se transmitieran el pensamiento por medio de unas misteriosas hojas de maíz produjo verdaderos estados colectivos de estupor, desconcierto y desmoralización. Neuróticos, ciclotímicos, con prolongadas depresiones y ánimo apesadumbrado y raptos de violencia extrema, los pueblos aborígenes no hallan otro recurso que la resistencia pasiva. Cuando los líderes indígenas aprenden a leer y escribir, se produce la rebelión de Túpac Amaru, en pleno siglo XVIII. España impuso su escritura; los mayas escribieron en ella sus libros sagrados, conservándose los textos de Chilam Balam de Chumayel, y los de Tizimin, Ixil, Kaua, Calkini, Tusik, Oxkutzcab, Nah, Teabo y Tekax, además de Popol Vuh. Otros se perdieron quemados por el obispo español Diego de Landa en 1520.
Al conmemorarse medio milenio del descubrimiento de América por Cristóbal Colón y la publicación de la primera gramática castellana de Nebrija, he pretendido entregar en esta especie de glosario anecdótico histórico, algunas situaciones que me han impactado al estudiar diversas relaciones sobre el descubrimiento de América, Qui scribit, bis legit, he debido pues leer sobre algunos temas enojosos, entre otros: la Leyenda Negra, la guerra entre Chile y España, el choque frontal entre europeos e indígenas durante la conquista; entre españoles y criollos en las guerras de la independencia y posteriormente entre nosotros mismos, lo que ha postergado una integración vitalmente necesaria.
No puedo dejar de recordar la extraordinaria sapiencia de los mayas, matemáticos por excelencia conocían el cero mucho antes que otras civilizaciones-, los que sin embargo desaparecieron por causas aún no bien determinadas. No puedo tampoco olvidar la suerte corrida por Moctezuma, Atahualpa, Colo-Colo, Caupolicán y muchos otros. No puedo tampoco aceptar la posición de algunos gobernantes norteamericanos que hablan de la integración americana, pero que con hechos como sus tratos bilaterales y su desconfianza en la solidaridad latinoamericana la desmienten.
Finalmente, aunque resulte poco original me pregunto: ¿Qué somos? Recuerdo entonces lo que el mexicano Carlos Fuentes sostuvo: "Somos mediterráneos, celtas, godos y latinos; también indígenas, negros, europeos y mestizos. Compartimos con España una cultura pluralista. Esta es una fuerza llamativa en un mundo que se encona contra inmigrantes, el extranjero, el hombre y la mujer de otra raza, otro credo, otra cultura". Mi otra demanda es: ¿Adónde vamos? Simplemente no lo sé, más bien soy pesimista; la brecha se ahonda. Dictum sapienti, sat est.
Como los habitantes prehispanos de esta América, termino pidiendo: "Señor, a ti tus siervos, a ti, con sus ojos manchados desean verte. Cuando pueda ver, cuando pueda saber, cuando sepa señalar, cuando sepa reflexionar, me verás, me entenderás". (Himnos a Wiracocha transcritos por el cronista indio Santa Cruz Pachacuti Yamqui).
P. Berríos. ¡Un nuevo mundo! 1492 - 1992. Avances en Ciencias Veterinarias. Vol 7, N° 2, 133 - 136, 1992.
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