Respuesta inmune
competente y fallos vacunales
La respuesta inmunitaria dependiente del desafío vacunal, es individual y
puede comportar tanto respuestas eficaces no lesivas, como otras patológicas
(reacciones adversas) que por suerte son infrecuentes. Conocer estos
intrincados mecanismos de respuesta inmunitaria e inmunopatológica es esencial
para el desarrollo de nuevas vacunas y mejores protocolos de inmunización.
Fernando Fariñas
Guerrero
Suis nº 119, julio/agosto 2015.
Suis nº 119, julio/agosto 2015.
Incluso cuando se ha llevado a cabo la vacunación
correcta de los animales, la probabilidad de establecer una protección eficaz
nunca es del 100 %. Esta proporción va a depender de muchos factores, alguno de
los cuales implican al animal en sí y otros van a estar asociados a la vacuna,
bien sea a su composición (antígenos que incorpora, adyuvantes, etc.) o al mal
uso de la misma (no respetar las instrucciones de administración o conservación
impuestas por el fabricante, etc.).
Factores que determinan fallos de inmunización
Todos los factores que conllevan un mal resultado en
la vacunación y que a veces implican que sea peor el remedio que la enfermedad
son los denominados fallos vacunales o fallos de inmunización. Entre los
factores dependientes del animal que determinan una mayor o menor eficacia de
inmunización, encontramos los siguientes:
Genética
Hoy sabemos que existen animales y razas que son
genéticamente más resistentes que otros a distintas enfermedades. Incluso,
podemos afirmar que dentro de una misma raza existirán animales con un “bagaje
genético” de mayor resistencia a enfermedades y a esto pueden deberse las
diferencias observadas en cuanto a protección vacunal de unos y otros.
Edad
Desde el punto de vista inmunológico sabemos que los
animales presentan unas capacidades defensivas que varían a lo largo de su
desarrollo. Así los animales recién nacidos y jóvenes al presentar un sistema
inmunitario inmaduro están predispuestos a que estos fallos vacunales sean más
frecuentes. Esto mismo ocurre en los animales viejos, ya que el sistema
defensivo de estos ha entrado en una fase conocida como “inmunosenescencia” o
envejecimiento inmunológico, lo cual evidentemente le convierte en un fiel
candidato a la “no respuesta” o “baja respuesta” vacunal.
En los animales recién nacidos la inmunidad depende
directamente de aquella que le proporciona la madre vía calostral. Este sistema
de “donación” de anticuerpos y células inmunológicas se da durante un periodo
muy corto, de tal forma que transcurrido este, la traslocación de anticuerpos
finaliza. Sabemos que un porcentaje significativo de los animales recién
nacidos no reciben niveles adecuados de anticuerpos, resultando esto en una
alta frecuencia de morbimortalidad neonatal. La razón de los fallos en esta
traslocación se deben principalmente a:
- Condiciones
no naturales del parto y lactación.
- Nacimiento
de animales débiles o deformes.
- Retraso
en el inicio de la lactancia.
- Muerte
de la madre.
- Escasa
producción de calostro.
- Baja
concentración de anticuerpos en calostro.
- Escaso
instinto maternal.
- Camadas
numerosas.
- Amedrentamiento
de animales débiles por los fuertes.
Queda claro que el sistema inmunitario del lechón
recién nacido no responde de la misma forma que el de un adulto, ya que aquel
muestra un perfil de respuesta prácticamente de tipo Th2 (inmunidad humoral),
con pobres o deficientes respuestas de tipo Th1 (inmunidad celular).
Interferencia vacunal
por anticuerpos maternos
Cuando en un animal se encuentran presentes
anticuerpos maternales transferidos vía calostro, las propiedades antigénicas
de la vacuna pueden verse neutralizadas y no se desarrolla una respuesta
adecuada frente a ella.
Como en cualquier otra especie doméstica, se asume que
el lechón recién nacido tiene todos los componentes anatómicos de un sistema
inmunitario inmaduro funcionalmente, que se encuentra todavía bajo la
influencia regulatoria del sistema inmunitario materno.
La ingestión de estas inmunoglobulinas maternas es un
arma de doble filo porque por una parte es un proceso vital para el recién
nacido, ya que algún fallo en este mecanismo lo hace susceptible de infecciones
neonatales a menudo mortales, y por otro lado, la presencia de altas
concentraciones de inmunoglobulinas maternas inhibe el desarrollo de la
respuesta inmunitaria propia del animal. Esta inmunidad no se empieza a
establecer hasta que la concentración de anticuerpos maternos ha descendido lo suficiente
(figura 1). Dicha interferencia ocurre por dos
mecanismos distintos: neutralización del antígeno por parte de los anticuerpos
maternos y bloqueo de los linfocitos B del neonato por estos mismos anticuerpos
maternos (figura 2). Además se ha
sugerido que la tasa de crecimiento del recién nacido contribuye a la velocidad
de degradación de los anticuerpos maternos, siendo las razas de crecimiento más
rápido las que más rápidamente eliminan estas inmunoglobulinas.
Todo esto es muy importante a la hora de establecer un
programa vacunal. Está claro que no todas las vacunas existentes funcionan por
igual, ni son capaces de “superar” esa interferencia materna. Actualmente
existen en el mercado nuevas vacunas que tienen la capacidad de estimular la
inmunidad del recién nacido incluso en presencia de anticuerpos maternos,
superando el umbral de interferencia establecido por estas (vacunas de alta
carga antigénica).
Nutrición
Existe una íntima relación entre la capacidad
inmunológica de un animal y su estado nutricional, de tal forma que una
nutrición tanto deficiente como excesiva pueden dar lugar a un proceso de
inmunodeficiencia nutricional en el animal y un consecuente estado de “no
respuesta” o mala respuesta a la vacuna. Por ejemplo, se sabe que ciertas
deficiencias nutricionales en hembras preñadas (como la deficiencia de cinc),
conlleva que la descendencia padezca una importante inmunodepresión
(inmunodeficiencia).
Enfermedades
concurrentes
Ciertas enfermedades, si están presentes en el momento
de la vacunación, pueden predisponer a un estado de hiporrespuesta vacunal.
Esto es particularmente cierto para diversas patologías:
- Enfermedades
parasitarias.
- Inmunodeficiencias
secundarias o adquiridas. Estas inmunodeficiencias pueden estar asociadas
a infecciones (PRRS, circovirus, etc.) o como consecuencia de nefropatías,
metabolopatías, desarreglos nutricionales, farmacoterapia o estrés.
Estrés
El estrés puede ser inducido en el animal de múltiples
formas como son nutrición pobre, transportes, maltrato, etc. Este puede
sobreactivar el llamado eje hipotalámico-hipofisario-adrenal con la
consiguiente producción de altos niveles de adrenalina y cortisol endógenos,
hormonas con un conocido efecto inmunosupresor. Desde este punto de vista, es
evidente que animales estresados pueden ser malos respondedores a las vacunas,
sobre todo aquellos sometidos a estrés crónico.
Farmacoterapia
La utilización de fármacos, como corticoides y ciertos
antibióticos (principalmente sulfamidas), puede predisponer a estados de
inmunodeficiencia, una de cuyas consecuencias es un incremento en la
probabilidad de que se den estos fallos vacunales.
Son muchos los factores que pueden llegar a afectar la
inmunidad de los animales, y a pesar de la gran cantidad de vacunas de alta
calidad existentes en el mercado, todas ellas dependen de este sistema
inmunitario para conseguir las respuestas de protección adecuadas y deseadas.
Por lo tanto, a la hora de evaluar cualquier fallo de vacunación en granjas,
sería conveniente y necesario establecer un protocolo de búsqueda de posibles
fallos dependientes del estado inmunológico de los animales vacunados. Si seguimos
estas recomendaciones, observaremos que en un gran número de casos no se han
dado realmente “fallos vacunales” achacables a la vacuna, sino más bien “fallos
de inmunización” achacables al “vacunado”.
Reacciones vacunales
Las ventajas de la vacunación están ampliamente
documentadas, al contrario que el riesgo de efectos adversos que, en muchos
casos, son hipotéticos y se sustentan en estudios no contrastados.
Dentro de las reacciones adversas a las vacunas se
describen clásicamente tres:
- Reacciones
de toxicidad “normal”.
- Reacciones
de inmunosupresión transitoria.
- Reacciones
de hipersensibilidad inmunológica.
Toxicidad “normal”
Las vacunas pueden generar normalmente reacciones de
tipo inflamatorio pasajeras y es bien sabido que se requiere un cierto grado de
inflamación para inducir respuestas inmunitarias protectivas y eficaces.
Las reacciones más frecuentes son las tumefacciones o
inflamación en el punto de inoculación, que suele aparecer al día siguiente de
la vacunación y puede durar hasta una semana.
Otras reacciones tóxicas “normales” son la
instauración de cuadros de fiebre, letargia y anorexia que responden a la
activación de los mecanismos de inmunidad innata, con liberación de citoquinas
(TNF-a, interleuquinas, etc.). Aunque estas reacciones son esperables tras una
vacunación, minimizarlas puede ser deseable tanto para el veterinario como para
el ganadero. Una medida de prevención prevacunación o de tratamiento
posvacunación es el empleo de antiinflamatorios no esteroideos, aunque algunos
trabajos muestran que la inhibición de la vía ciclooxigenasa-2 por parte del
AINE podría atenuar o disminuir la respuesta de anticuerpos.
Inmunosupresión
transitoria
Sorprendentemente existen evidencias de que ciertas
vacunas pueden producir cuadros de inmunosupresión transitoria y, en algunos
animales, esta puede generar problemas como la emergencia de una infección
subclínica en el animal vacunado.
Hipersensibilidad
inmunológica
Las vacunas pueden causar reacciones de
hipersensibilidad de tipo I, II, III y IV que, aunque alguna de ellas
infrecuentes, pueden ser realmente importantes. Por razones obvias y por su
mayor frecuencia e importancia en porcino, nos ceñiremos exclusivamente a las
reacciones de tipo I.
Hipersensiblidad de
tipo I o alérgica
Se han propuesto varias proteínas diferentes como
causa de reacciones alérgicas en las vacunas porcinas, aunque en casi todos
estos estudios no se han medido concentraciones de IgE antígeno-específicas.
La mayoría de las vacunas son capaces de elicitar este
tipo de reacciones y las vacunas bacterianas son las que mayor riesgo
presentan. Todos los estudios realizados a este nivel señalan a los excipientes
vacunales (suero fetal bovino, conservantes, antibióticos, caseína, colágeno
tipo I, fibronectina, laminina y miosina porcina), como los alérgenos más
frecuentemente involucrados.
Como bien sabemos, las reacciones alérgicas mediadas
por IgE requieren de una primera fase de sensibilización clínicamente
inaparente y una segunda fase efectora con provocación de cuadros que pueden ir
desde reacciones urticariales a angioedemas (edema facial, periorbitario,
laríngeo, de vías respiratorias altas, etc.), o incluso a reacciones realmente
graves como la anafilaxia. En este caso el principal mediador en el cerdo es la
histamina, que afecta fundamentalmente al tracto respiratorio (disnea) e
intestino (diarreas), y se acompaña de otros signos como cianosis, prurito e
hipotensión sistémica.
Todas estas reacciones (urticaria, angioedema y
anafilaxia) pueden darse en el lechón en la primera vacunación o en
revacunaciones (primera inoculación o posteriores). Las reacciones en primera
vacunación se deben primordialmente al paso de IgE y de “factores alergénicos”
ingeridos con el calostro que favorecen el desarrollo de respuestas Th2 en los
lechones y que les “ahorran” esa primera fase de inducción, o bien y más
raramente a reacciones de tipo anafilactoide. El término “anafilactoide” suele
emplearse para describir una respuesta que clínicamente es idéntica a la
anafilaxia, pero que no se debe a la presencia de anticuerpos IgE, sino más
bien a la liberación de histamina por parte de los mastocitos de forma
inespecífica, no mediada por estos anticuerpos. En el cerdo estas reacciones se
describen raramente con el empleo de vacunas bacterianas. Las reacciones que
ocurren en segundas o posteriores inoculaciones se deben fundamental y
directamente al lechón, ya que este queda sensibilizado en la primera vacunación
y desarrolla la fase efectora en las posteriores.
Por razones todavía no aclaradas, no todos los
animales con hipersensibilidad alérgica demostrada en una vacunación, muestran
reacciones en las siguientes vacunaciones.
Fraccionamiento vacunal como prevención de reacciones adversas
¡Nunca se aconseja el fraccionamiento de la dosis de
vacunas que se administran! No es infrecuente que algunos veterinarios realicen
esta práctica con objeto de evitar o prevenir reacciones adversas. La carga
antigénica de las vacunas está basada en el concepto de dosis mínima
inmunizante (DMI), es decir, que llevan la mínima cantidad de antígeno que
pueda despertar una respuesta inmunitaria efectiva en el animal. Por
consiguiente, la administración de una dosis fraccionada puede disminuir dicha
carga antigénica a una dosis subóptima para el establecimiento de esta
respuesta inmunitaria. Cierto es que este fraccionamiento puede prevenir o
incluso evitar la posible reacción adversa, pero no lo es menos el hecho de que
también incrementa la probabilidad de fallo de inmunización, con el
consiguiente riesgo que se asume.
Por todo esto, no es aconsejable bajo ninguna
circunstancia fraccionar la dosis de vacuna. Dicha reducción de los niveles de
antígeno anula la garantía implícita del fabricante y desvía la responsabilidad
hacia el veterinario ante un posible fallo en la protección. La responsabilidad
relacionada con la vacunación incluye un número elevado de normas y estándares
de cuidado específicos entre los que se encuentra el no fraccionar nunca la
dosis vacunal.
Vacunación de animales enfermos
La regla número uno de la vacunación es no vacunar
nunca a un animal enfermo. Sólo en casos excepcionales se pueden vacunar
animales que presenten alguna enfermedad que curse con inmunodepresión, con
objeto de prevenir en lo posible el desarrollo de determinadas enfermedades
infecciosas. El riesgo de fallo de eficacia en estos animales se encuentra
francamente incrementado en comparación con animales sanos.
Otro hecho importante es el grado de parasitación; las
parasitosis en general pueden conllevar respuestas inadecuadas frente a
determinadas vacunas (especialmente las atenuadas), y su grado de interferencia
va a depender del grado y tipo de parásito involucrado. Si tenemos que vacunar forzosamente
a animales en alguna de estas situaciones, no deberíamos usar vacunas vivas
sino muertas, ya que con estas últimas seguro que obtendremos mejores
resultados, aunque los factores citados siguen siendo críticos. Si elegimos
vacunar a animales enfermos, siempre tendremos en mente que las posibilidades
de fallo de eficacia van a ser muy altas. Es importante, a la hora de vacunar a
estos animales con vacuna inactivada, establecer un protocolo que incluya
múltiples dosis con objeto de incrementar las posibilidades de llegar a una
buena inmunización; el no hacerlo o el administrar sólo una dosis incrementa
igualmente el riesgo de fallo de inmunización.
Lecturas recomendadas
Tizard IR. Introducción a la Inmunología Veterinaria. 8ª Edición. Ed Elsevier Saunders 2009.
Day M, Schultz RD. Veterinary Immunology. Principles and Practice. Ed CRC Press. 2014
Gutiérrez Pabello J.A. Inmunología Verterinaria. Ed. Manual Moderno. 2010
Roth JA. Inmunología. Clinicas Veterinarias de Norteamérica. Práctica clínica en animales de producción. Editorial Intermédica. 2004
Fariñas Guerrero F. Guía de Inmunidad Respiratoria Porcina. Editado por Intervet-Schering Plough Animal Health. 2008
Sánchez-Vizcaíno JM. Curso de Introducción a la Inmunología Porcina. http://sanidadanimal.info/cursos/inmunologia3/index.htm
Abbas AK et al. Cellular and Molecular Immunology. 8ª edición. Ed Elsevier Saunders. 2014
Pandey R et al. Veterinary Vaccines (Progress in Vaccinology). Ed Springer. 2011
Morrow JW et al. Vaccinology: principles and practice. Ed Wiley-Blackwell. 2012
Day M, Schultz RD. Veterinary Immunology. Principles and Practice. Ed CRC Press. 2014
Gutiérrez Pabello J.A. Inmunología Verterinaria. Ed. Manual Moderno. 2010
Roth JA. Inmunología. Clinicas Veterinarias de Norteamérica. Práctica clínica en animales de producción. Editorial Intermédica. 2004
Fariñas Guerrero F. Guía de Inmunidad Respiratoria Porcina. Editado por Intervet-Schering Plough Animal Health. 2008
Sánchez-Vizcaíno JM. Curso de Introducción a la Inmunología Porcina. http://sanidadanimal.info/cursos/inmunologia3/index.htm
Abbas AK et al. Cellular and Molecular Immunology. 8ª edición. Ed Elsevier Saunders. 2014
Pandey R et al. Veterinary Vaccines (Progress in Vaccinology). Ed Springer. 2011
Morrow JW et al. Vaccinology: principles and practice. Ed Wiley-Blackwell. 2012
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