Antecedentes
históricos de la medicina de pequeños animales
en Chile.
Alfonso Court L.
Hospitales Veterinarios 3(3): 82 - 87, 2011
INTRODUCCIÓN
Para tratar de
escribir la historia de la medicina de pequeños animales en Chile, las fuentes
de información disponibles para llevar a buen término este cometido no son
abundantes, pues no se ejercía esta especialidad dentro de la medicina
veterinaria chilena hasta, por lo menos, mediados del siglo XX. A esto se suma
que los pocos veterinarios que trabajaban en el país, orientaban su quehacer básicamente a la atención de
animales mayores en predios agrícolas, caballares del ejército, o de la hípica;
algunos en la preparación de vacunas y control de carnes en mataderos. No era
costumbre en la época consultar por perros o gatos enfermos.1
El ejercicio de la medicina en las especies menores en Chile se inicia a mediados del Siglo XX,
representando una actividad profesional
desarrollada por unos pocos, que fueron pioneros de esta especialidad y cuyas
semblanzas se relatan en este trabajo,
como los doctores Luis Schmidt Herman, titulado en 1914 en la antigua escuela de veterinaria
militar y autodidacta en la medicina de
pequeños animales, quien abrió un camino para las generaciones siguientes. El
Dr. Eulalio Fernández Navas, recibido en 1935 en la Facultad de Agronomía y Veterinaria
de la Universidad de Chile, quien nos
relata antecedentes de los estudiantes
de veterinaria en los años treinta y explica también cómo se realizaba el ejercicio de la clínica
menor en esa época.
Hay antecedentes históricos de valor, como conocer el primer
lugar donde se atendieron perros y gatos
en Chile en 1918 en la Quinta Normal,
por el Dr. Enrique Amión, fallecido trágicamente de rabia; como también el
primer Hospital para perros y gatos que
funcionó en el país hasta la crisis económica de 1930; también se refiere a la Dra. Teresa Acchiardo,
la primera mujer en obtener el título de médico veterinario en Chile, en el año
1938.
Entre los médicos veterinarios que laboraban en Chile, se
mencionan algunos franceses contratados por el gobierno para ejercer funciones muy específicas como los Drs. Broyuart,
Mabilais, Varichon, Dumont, Blier, Lucet
y Descazeaux, la mayoría de los cuales,
terminados sus contratos, volvieron a
Francia.2
LOS PRIMEROS
ANTECEDENTES
Los primeros
antecedentes que se tienen sobre la
medicina de pequeños animales en Chile, se remontan a partir del siglo XX.
La carrera de medicina veterinaria se inicia en el Ejército
en 1905, al crearse la Escuela de Veterinaria Militar y cerrarse los cursos de
veterinaria y herraje que se realizaban esporádicamente desde 1898 en esa institución. Esta Escuela de
Veterinaria Militar, anexa a la Escuela de Caballería, estaba ubicada en Santiago, en una zona que en esos
años era rural y que corresponde actualmente a la calle José Manuel Infante al
llegar a Irarrázabal; en la cual los cadetes después de tres años de estudios
egresaban con el grado de subteniente de veterinaria, para servir en las
distintas unidades montadas a lo largo del país. Estos estudios sólo contemplaban la medicina de las especies
mayores y, casi exclusivamente, todo lo relacionado con la medicina de los
equinos.1
En 1915 se crea la
primera Escuela de Medicina Veterinaria (civil) en la Quinta Normal (se cierra
la Escuela de Veterinaria militar). En
esta nueva escuela, dependiente de la Dirección General de los Servicios
Agrícolas, se inauguró en 1918 una pequeña sala acondicionada como consultorio
para perros y gatos, gracias a una donación de la benefactora doña Dolores
Pinto, destinada a crear un lugar de atención para estos animales, que no
existía en la capital.
El consultorio funcionaba una vez a la semana en un reducido
horario y era atendido por el Dr. Enrique Amión Ligardes, titulado en los
primeros cursos de la Escuela de Veterinaria Militar. El Dr. Amión, desempeñaba
el cargo de profesor de Fisiología y de Clínica de Animales Mayores en la
Escuela de Medicina Veterinaria y, por no existir ningún veterinario capacitado
en medicina de animales menores, tuvo que asumir el cargo en el consultorio,
adaptando sus conocimientos a estas especies.1 Este consultorio sólo tenía
funciones asistenciales, pues no existía la enseñanza de esta especialidad. El
consultorio cerró en 1926 al fallecer el Dr. Amión, víctima de la rabia,
contraída al examinar en el campo el cadáver una vaca muerta por esa
enfermedad.
También en 1926, en
el Instituto Sanitas en Santiago de Chile, los médicos Dr. W. Heegewald y Dr.
Otto Riedel, junto al médico veterinario Dr. Hugo K. Sievers, obtienen en forma
experimental las primeras radiografías en perros en América.2
A partir de 1927, la
enseñanza de la medicina veterinaria pasa a depender de la Universidad de Chile,
creándose la Facultad de Agronomía y Veterinaria. Se nombra el año 1928, por
Decreto Supremo Nº 6138 de fecha 28 de diciembre, al Dr. Luis Schmidt Herman
(1896-1970) como el primer profesor de clínica de animales menores de la
Facultad, con lo cual en marzo de 1929 se inicia la enseñanza de esta
especialidad en el país, permaneciendo en el cargo hasta 1936, fecha en que
renunció para dedicarse a sus actividades privadas en el Instituto Seroterápico
“Dr. Luis Schmidt Herman”, de su propiedad. Este centro abrió en Santiago en
1920 en la calle Monjitas, próximo a la Plaza de Armas. Este Instituto,
destinado a la venta de instrumentales y productos de uso veterinario, funcionó
por más de 40 años, manteniendo en el local la única clínica privada para
pequeños animales con que contó la capital hasta la década de los 40. Entre los
años 1930 y 1940, estuvieron a cargo de esta clínica los doctores Fernando
Barraza y Luis Monardes.1
Debido a la renuncia
del Dr Luis Schmidt Hermana la cátedra de clínica de animales menores en la Facultad,
asumió el cargo en 1936 el Dr. Benjamín Cornejo (1911-1991), quien había sido
su alumno poco antes, permaneciendo en el cargo hasta 1967 en que se acogió a
jubilación.
En la época del Dr.
Schmidt Herman, el consultorio
funcionaba dos veces a la semana en la misma sala que años antes atendía el Dr.
Amión. El horario de atención se
restringía a los días martes y viernes, de 11.00 a 12.00 horas para las clases
de clínica menor, y los pacientes eran llevados por los propios alumnos del
último año de la carrera.
Dr LUIS SCHMIDT HERMAN (1896 - 1970)
El Dr. Schmidt Herman
había recibido su título de Oficial de Veterinaria en 1914, en la Escuela de
Veterinaria Militar, siendo un autodidacta en la especialidad. Viajó a Buenos
Aires, donde realizó práctica en el hospital veterinario de la Sociedad Protectora
de Animales de ese país, experiencia que trajo a nuestro país. Luego, organizó
el primer hospital para animales menores de Chile, antes que existiera la
enseñanza de esta especialidad.1
Veamos lo que nos
relata en su crónica: “En los años veinte, comenzaban las consultas y los
llamados para atender perros y gatos enfermos, lo aprendido era escaso, libros
sobre la materia, ninguno; experiencia por adquirir. ¿Por qué no habría
cátedras en la Escuela? Seguramente en países más avanzados existirían, pero en
Chile… Cada enfermo que examinar era un
suplicio. ¿Cómo empezar, cómo refinar,
acomodar una técnica más adecuada a las especies menores y de acuerdo al medio
en que viven y la susceptibilidad de los amos? Había que adoptar una terapéutica
mejor dirigida, ya sea en razón de dosis, susceptibilidad de las especies,
olores medicamentosos, medios y manejos para curar.
Con la experiencia
adquirida en el hospital veterinario de Buenos Aires, organicé un hospital para
animales menores en un local adyacente al antiguo matadero de Santiago, en
calle Franklin, el que contaba con una sección de farmacia, gabinete de cirugía
y diversas salas para la atención de enfermos, separados los perros y los
gatos, también una sala para infecciosos. Había una cocina especial para la
elaboración de alimentos y dos vacas para el suministro de leche. Como médico
veterinario residente estaba el Dr. Juan Cáceres Azócar y un estadístico se
encargaba de la vigilancia de los enfermos y de la administración del recinto.
Había bastante trabajo y se logró formar un buen equipo de practicantes muy
abnegados y competentes. Para la mejor
atención al público se adquirió una máquina Ford nueva y se le hizo una
carrocería especial, como un cajón dividido en dos en la parte baja y a su vez
un segundo piso subdividido en tres compartimentos chicos por cada lado, los
dos de abajo servían para perros grandes y los pequeños para perros chicos o
gatos. Por fuera un rótulo “Ambulancia
para perros y gatos”. El día que
entregaron el carro, fue solicitado por
el “Diario Ilustrado” para sacarle una fotografía frente a su imprenta, que
afortunadamente funcionaba en la calle Moneda al llegar al Palacio de Gobierno, digo afortunadamente, porque a
los pocos minutos de pararse la máquina y rodeada por un grupo de curiosos,
alguien gritó: “¡No hay camas en los hospitales para la gente, faltan
ambulancias en la Asistencia Pública, éste es un insulto a la pobreza, una
burla al pueblo, destruyamos al momento esta perrera!”. La oportuna
intervención de la policía salvó a la ambulancia de ser destruida antes que
transportara al primer enfermo; muchas veces después fue apedreada. Prestó
muchos años de servicio y en 1935,
cuando visité el hospital de la Sociedad Protectora de Animales en Nueva York, encontré
en una oficina la fotografía de nuestra ambulancia, destacada como la caridad
por los animales en Chile.
Nuestro hospital se
defendía con grandes dificultades económicas; muchos enfermos recuperados con
gran esfuerzo y abnegación eran olvidados por sus amos, a otros teníamos que
darlos de alta, recibiendo a título de donación lo que el amo quería o podía
dar. Con frecuencia el costo de la hospitalización era mayor que las entradas. Se
mantenía el hospital por razones sentimentales y porque fue el primer paso
hacia la enseñanza profesional; algunos jóvenes estudiantes iban a practicar y
a connaturalizarse con la medicina de pequeños animales.
La gran crisis
económica de 1930, fue el epílogo del primer hospital veterinario para perros y gatos que existió en Chile.”1
Dr. EULALIO FERNANDEZ
NAVAS (1912-2004).
Este médico veterinario graduado en la Universidad de Chile
en el año 1935, ejerció su carrera académica por 42 años en esa Universidad, como
Profesor en las Cátedras de Cirugía y de Higiene y Tecnología de los Alimentos.
En estas semblanzas y recuerdos de medio
siglo de medicina veterinaria, se evoca
la historia de años pasados en nuestra profesión y sus vivencias en la medicina de pequeños animales.
El Dr. Fernández nos
relata: “En nuestra época de estudiantes
de la década de los años treinta, el consultorio de animales menores funcionaba
dos veces por semana al medio día (11:00 a 12:00 horas). La llegada del Dr.
Schmidt Herman a dictar su clase de clínica menor era en verdad espectacular.
El Profesor era puntual: minutos antes de las 11:00 horas le veíamos descender
de uno de los dos automóviles que solía alternar (lujo inusitado en esa época)
y seguido por sus alumnos que le esperaban agrupados en la puerta del
Policlínico, irrumpía ruidosamente en el consultorio, requiriendo
perentoriamente con su tonante vozarrón nasal, la presencia inmediata del gordo
Leoncio, auxiliar encargado de introducir y sostener sobre la mesa de examen al
inquieto paciente, que lo mismo podía tratarse de un corpulento mastín, un
escurridizo minino o un frágil canario enjaulado.
De maciza estampa,
ademanes teatrales y atildada elegancia en el vestir, concitaba la atención de
sus alumnos por la expedición y seguridad que ponía en el diagnóstico que
emitía tras un rápido examen clínico. Sus enseñanzas claras y exentas de retórica científica, eran captadas sin
dificultad, así como el conocimiento y manejo del escaso arsenal terapéutico con
que contaba la farmacopea de aquellos años. Estaba lejana aún la incorporación de
drogas sulfas y antibióticos, que habrían de revolucionar radicalmente el arte
de curar y los conceptos clínicos a partir de la década siguiente (1940). El “ojo clínico” gozaba de plena vigencia y
las patologías que desfilaban ante nuestros ojos eran frecuentemente
espectaculares: el distémper canino revestía formas severas y pese a ser considerada
una infección de la primera edad, su virulencia se exacerbaba hasta el punto de
afectar indiscriminadamente a canes jóvenes y adultos, con un índice de
mortalidad de casi 50%. Fue así que en 1935 provocó la desaparición de casi un tercio
de la población de galgos del Canódromo de Santiago, de efímera existencia en
la rivera norte del Mapocho (Av. Balmaceda). El tratamiento de dicha enfermedad era sólo
sintomático, pues no se disponía de vacunas ni elementos biológicos eficaces
para combatirla con éxito. La proteinoterapia inespecífica (autohemoterapia,
leche aséptica) y algunos productos de la industria farmacéutica (Omnadina) eran
recursos que solían usarse con resultados aleatorios. Muchos casos derivaban a
complicaciones graves y de difícil o imposible tratamiento, como ocurría con
las de tipo neurológico (cuadros mioclónicos o parapléjicos)”.3
LA RABIA, UN PELIGRO
LATENTE EN ÉPOCAS PASADAS.
A mediados del siglo
XX, esta mortal zoonosis estaba siempre
presente en las posibilidades diagnósticas realizadas por los clínicos de
animales menores. Las variaciones en la tendencia de la rabia se pudieron
estudiar, gracias al establecimiento de un centro de diagnóstico en el
Instituto Bacteriológico de Chile en 1929 (actual Instituto de Salud Pública).
A partir de 1935, se hacen perfectamente apreciables brotes y, con el
mejoramiento de las denuncias y el registro, se observa que a partir de 1945
este ciclo se hace mucho más evidente.4 En 1940, 1950 y 1955 hay una alza
brusca de la enfermedad, que culmina en 1960, año en que se diagnostica el
mayor número de muestras positivas, enviadas desde diferentes lugares del país;
ese año se diagnosticaron 558 caninos y 28 felinos positivos a rabia en Chile,
correspondiendo el 62% a la ciudad de Santiago.5 La rabia en Chile, hasta fines de la década de
los años sesenta, se caracterizó por una enzootia en perros (gran cantidad de
casos). A partir de 1962 se produjo una disminución drástica de los casos de
rabia en perros y gatos. Se detectaron
casos humanos transmitidos por perros hasta el año 1972. Las campañas de
vacunación antirrábica canina masiva y
la recolección de perros vagos en la perrera municipal, permitió obtener el
control de la rabia urbana y prácticamente su eliminación a mediados de la
década de los años ochenta. En las
últimas décadas no se ha registrado en el país la variante genética canina del
virus de la rabia. A partir de 1991 en adelante, los casos positivos detectados
corresponden en su totalidad a variante murciélago insectívoro. A la fecha
actual, el último caso de rabia confirmado en animales menores, correspondió a
un perro en 2007, siendo de origen murciélago.6
El SURGIMIENTO DE LAS
CLÍNICAS VETERINARIAS
Hasta fines de la
década de los años treinta, la ciudad de Santiago contaba solamente con una
clínica veterinaria privada, ubicada en las dependencias del Instituto
Seroterápico “Schmidt Herman”, en calle Monjitas, en pleno centro de la ciudad.
En provincias no existía atención para animales
menores.3
En 1928, la Sociedad
Protectora de Animales “Benjamín Vicuña Mackenna”, estableció un consultorio
semi-gratuito en calle Libertad, al que concurrían años después a practicar los
interesados en la medicina de pequeños animales.1 En los años cuarenta empiezan
a establecerse otros centros de atención clínica en la capital.
El Dr. Georges
Mabilais, médico veterinario francés,
nacido en 1876 y titulado en la Escuela de Medicina Veterinaria de Alfort
(Francia) en 1899, contratado por el gobierno para trabajar en el “Instituto de
Vacuna Animal” que funcionaba en la Quinta Normal para la preparación de
vacunas, al terminar su contrato se queda a vivir en el país. Al inicio de la
década de los cuarenta abre una clínica para animales menores, junto a su casa habitación
en la calle Lord Cochrane al llegar a la Alameda, la cual atendió por muchos
años, hasta su fallecimiento en 1963 a los 87 años.1,2
En 1942, el Dr. Julio
Baytelman inaugura la “Clínica Veterinaria Americana”, ubicada en calle Condell,
que permaneció en funciones hasta fines de los años sesenta.
Mención especial
merecen las hermanas gemelas Teresa y
Agustina Acchiardo Marín, por ser las primeras mujeres en titularse en el país.
La Dra. Teresa Acchiardo (1914-1962) fue la primera mujer en obtener el título
de médico veterinario en Chile en 1938.7 Tiempo después su hermana Agustina obtiene el mismo título.
La Dra. Agustina
Acchiardo, titulada en 1938, ingresa a trabajar al Instituto Biológico de la Sociedad
Nacional de Agricultura. A partir de 1946, instala su clínica de animales
menores “Cruz Azul” en calle Lord Cochrane, dedicándose durante toda su vida
laboral a esta especialidad. En los años sesenta, traslada su clínica a la
comuna de Las Condes, donde ejerció por muchos años.8 En las décadas de los
cincuenta y sesenta, a pesar que
empezaban a aparecer nuevas clínicas privadas, el mayor número de consultas se
atendían en la Escuela de Medicina Veterinaria en Quinta Normal, lugar al que
concurría el público desde diferentes puntos de la ciudad.
En los años
siguientes, el aumento de clínicas se
hace notorio, no solamente en Santiago, sino
a lo largo del país.
En 1974, la Escuela
de Medicina Veterinaria de la
Universidad de Chile, Alma Mater de la medicina veterinaria chilena, se
traslada desde Quinta Normal, donde permaneció por casi sesenta años, hacia su
nueva sede en Avenida Santa Rosa, comuna de La Pintana. En agosto de ese año,
la Clínica de Animales Menores inicia la atención al público en ese lugar.
En octubre de 1974,
es llevado a esa clínica un perro adulto mestizo de pastor alemán, con un gran
número de ectoparásitos, desconocidos en el país; se enviaron las muestras al
laboratorio de parasitología de la Escuela y el examen microscópico realizado
por el Dr. Isaías Tagle, profesor de enfermedades parasitarias, reveló que se
trataba de Rhipicephalus sanguineus, la garrapata del perro. Para mayor
seguridad, el Dr. Tagle envió muestras a Estados Unidos al Dr. H. Hoogstral,
jefe del departamento de zoología médica del Naval Medical Research, el cual
confirmó el diagnóstico.
Se consideró de gran
importancia establecer si esta garrapata
existía en otros perros, para lo cual se visitó su casa en la comuna de La
Granja. Según el propietario, el perro
había sido criado en ese domicilio sin salir de él. Se examinaron otros canes
de las vecindades, sin encontrar ninguna garrapata, por lo cual nunca se pudo
establecer el origen. Después de este caso, no se presentaron otros. Esta es la
primera observación de garrapata del
perro en Chile.9 En 1976, fallece el Dr.
Tagle, poco después empiezan a aparecer nuevos casos, primero en las comunas de
La Granja y La Pintana y en los años posteriores el problema se extiende a todo
Santiago y al resto del país.
Otra afección que era
desconocida en Chile, la parvovirosis, fue descrita por primera vez en Estados
Unidos en 1978; mientras que en el país, los primeros casos se observaron en
seis cachorros llevados por su dueño a la clínica de animales menores en 1980,
provenientes de la comuna de San Miguel, cuyos cadáveres fueron diagnosticados en
el servicio de anatomía patológica de la Facultad. A fines de 1980 y comienzos
de 1981, se aísla el virus en el laboratorio de virología de la misma Facultad.10
En 1985 se describe
el primer caso de Nocardiosis en perros
en Chile, en un canino llevado en interconsulta a la clínica menor de la
Facultad, aislándose Nocardia asteroides.11
En la clínica de
animales menores se diagnostica por primera vez en el país en 1986 un caso de
Haemobartonella felis en gato, (actualmente el agente se denomina Mycoplasma
haemofelis) en una muestra de sangre de un felino mestizo de un año de edad,
enviada al laboratorio de la Facultad, siendo reproducida experimentalmente la
enfermedad en un gato hematológicamente negativo.12
En la misma
institución, se realiza el primer diagnóstico de peritonitis infecciosa felina
en el país en 1986, utilizando los exámenes de laboratorio recomendados en la
literatura de la época.13
Esta revisión
bibliográfica de hechos, datos y fechas, que constituyen parte de la memoria histórica
de nuestra especialidad, nos permite conocer la evolución de esta actividad,
desde los pioneros que laboraron en épocas pasadas, enfrentando dificultades,
incomprensiones y poca aceptación social, hasta llegar al desarrollo alcanzado
en la actualidad.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS.
1. Schmidt Herman L. Historia y evolución de la medicina
canina en Chile Primeras jornadas de animales menores. Facultad de Medicina
Veterinaria Universidad de Chile. 1959.
2. Sievers W. H: Chile: desarrollo de la Medicina
Veterinaria durante la República Imprenta Horizonte. Santiago 1971.
3. Fernández E: Medio siglo de medicina veterinaria.
Editorial Universitaria. Santiago, Chile 1994.
4. Mora E. Aspectos epidemiológicos de la rabia Tercera Convención
Nacional de Médicos Veterinarios. Chillán 1958
5. Alvarez M,
Townsend G.: Contribución al estudio epidemiológico de la rabia en
Chile.1950-1960 Cuarta Convención Nacional de Médicos Veterinario. Santiago,
Chile 1961.
6. Favi M. Primera Jornada de actualización en rabia
Universidad Santa Tomás. Julio 2007.
7. Historia del Colegio Médico Veterinario Santiago, Chile 2006.
8. Diccionario Biográfico de Chile: Duodécima Edición,
Santiago Chile. 1964.
9. Tagle I. Presencia accidental de Rhipicephalus sanguineus
en un perro de Santiago de Chile. Agricultura Técnica (Chile) 36:137 1976.
10. Berríos P. Aspectos epidemiológicos y control de la parvovirosis
canina. Tópicos en enfermedades parasitarias e infecciosas en especies menores.
Fac. Cs. Vet. y Pec. Junio 1988.
11. Court A. Un caso de Nocardiosis canina. Monografias de Medicina
Veterinaria. Vol 7 Nº 2,1985.
12. Correa J. Court A .Mora L. Hallazgo de Haemobartonella felis
en Chile Avances en Ciencias Veterinarias Vol.1, Nº 1, 1986
13. Albala A. Court A. Peritonitis infecciosa felina en
Chile. Comunicación preliminar. Monografías de Medicina Veterinaria Vol. 8, Nº
2, 1986.
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